miércoles, 6 de junio de 2012

CGT


En enero de 1947, Perón eliminó de la dirección de la CGT a Luis Gay, veterano gremialista e inspirador del Partido Laborista, y lo reemplazó por un dirigente de menor cuantía, indicando así la voluntad de subordinar al Estado la cúpula del movimiento obrero. Sin embargo, no hubo resistencias ya que probablemente para los trabajadores tenía una mayor importancia la solidaridad con quien había hecho realidad tantos beneficios que su autonomía política, cuyos propósitos no resultaban claros. La Ley de Asociaciones Profesionales aseguraba la existencia de grandes y poderosas organizaciones con fuerza para negociar de igual a igual con los representantes patronales, pero a la vez dependientes de la “personería gremial” otorgada por el Estado. La CGT fue la responsable de transmitir las directivas del Estado a los sindicatos y de controlar los díscolos.

A su vez, la organización obrera se consolidó firmemente. La sindicalización, escasa hasta 1943, se extendió rápidamente a los gremios industriales y a los empleados del Estado, alcanzando su auge hacia 1950. La función de los sindicatos fue bastante similar a la de la CGT: controlar y achicar el espacio de acción autónoma e intervenir a las secciones demasiado inquietas. También se hicieron cargo de funciones cada vez más complejas, tanto en la negociación de los convenios como en las actividades sociales, y debieron desarrollar una administración especializada, de modo que la fisonomía de los dirigentes sindicales, convertidos en una burocracia estable, se diferenció notablemente de la de los viejos luchadores.  Perón procuraba profundizar el control del movimiento sindical. Por esta razón, los gremialista que lo acompañaron inicialmente fueron alejándose, reemplazados por otros elegidos por el gobierno y más proclives a aceptar sus indicaciones. Las huelgas en un principio fueron consideradas inconvenientes, pero luego francamente negativas. Por esto se procuró solucionar los conflictos mediante mecanismos del arbitraje, y en su defecto, se optó por reprimirlos, ya sea por mano del propio sindicato o de la fuerza pública.